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Ajedrez artesanal – Sergio Gaut vel Hartman

Todos los días, el portal Noticiasdiaxdia publica una microficción extraída de los blogs del Grupo Heliconia.

25.11.2014 15:59 |  Noticias DiaxDia  | 

Aaron Lashwitz era un judío recluido en Buchenwald. Antes de eso, cuando vivía en Leipzig, había sido un fuerte ajedrecista que participaba en torneos, y a veces los ganaba. Pero como para conservar la cordura en un campo de concentración se necesita algo más que inteligencia, Aaron, sin demasiadas esperanzas de que sirviera para algo, construyó un juego de ajedrez aglutinando elementos como barro, moco, saliva y excrementos. ¿Imposible? Si existió algo como Buchenwald, todo es posible. Con esa pasta Aaron modeló las piezas, y mientras lo hacía, adelgazaba, se reducía, menguaba, convirtiéndose, él mismo, en un trebejo. Tanto se redujo que al terminar su tarea no era más grande que un peón de ajedrez.
Cierto día, Igor Chernenko, el kapo de la barraca en la que había estado prisionero Aaron, encontró el juego en una inmunda bolsa y para congraciarse con Hans Franzheimer, el comandante del campo, se lo entregó. Hans, a su vez, se lo envió al Sturmbannführer Reinhard Heydrich, y este colocó las figuras en una caja de ébano decorada con una corona de marfil. Su plan era hacer llegar el juego a Sonja Graf, la mejor ajedrecista de Alemania, a quién él siempre había admirado en secreto a pesar de que era judía. Sonja, que había permanecido en la Argentina tras la olimpiada de 1939, acababa de radicarse en los Estados Unidos. Y hasta allí viajo el precioso juego.
Al recibir la caja, Sonja sospechó que contenía algo más que un simple juego de ajedrez artesanal. No sólo adivinó que Heydrich debía estar detrás de aquel asunto; su mente de ajedrecista, capaz de girar sobre sí misma para detectar verdades invisibles y fatales, la puso sobre aviso. Tomó su tablero, lo desplegó y dispuso todas las piezas, pero faltaba una. Tardó cinco segundos en descubrir a Aaron, acurrucado en el rincón más alejado de la caja. Supo quien era.
—Falta un peón negro —dijo Aaron. Hacía mucho tiempo que no hablaba—. El juego está incompleto.
—No falta —dijo Sonja sacando un peón negro del bolsillo—. Te esperaba, Aaron Lashwitz. Deduje que lograrías sobrevivir.
Aaron creció hasta ocupar la silla frente a Sonja. Podían jugar una nueva partida.

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